Precioso y monumental entorno, vistas espléndidas a la que fue considerada la Octava Maravilla del Mundo en el siglo XVI. El sol que templa el frío propio de la estación. Con estas premisas nos disponíamos a disfrutar de una gran mañana de fútbol. Pero, según se rumoreó en la grada, el espíritu de Felipe II trastocó el final que todos esperábamos.
Aún no habíamos terminado de encontrar nuestro sitio en la grada cuando tras una falta de contundencia defensiva el delantero local encontró el hueco por el que romper la imbatibilidad de Jorge en esta décima jornada, después de 210 minutos jugados.
Nos levantamos sin mirarnos y retomamos el partido buscando el empate. Guzmán se fajaba con un rudo lateral que le llevó por la calle de la amargura, a Gómez le llegaban pocos balones francos para el remate. El centro del campo intentaba construir, Longa y Díaz más adelantados trataban de ofrecer balones en ventaja a la delantera. Pablo y Octavio buscaban el orden del equipo. José e Iván ensayaban sus, in illo tempore, incisas subidas por la banda.
Pero casi todo se quedaba en la intención. Nos encontramos con una réplica del ejército de Felipe II que venció a los franceses en la Batalla de San Quintín. Desde el ariete hasta el cancerbero, presionaban y buscaban el balón. Apenas dejaron que ligáramos tres pases seguidos. Cuando por fin conseguíamos llegar al frontal, nos faltó acierto y decisión.
Para colmo, a dos minutos del final de la primera parte nos faltó decisión sacando el balón. Consecuencia: falta dentro del área castigada con penalti trasformado por los escurialenses.
Enfilamos la caseta con dos goles en contra y con serias dudas.
En el reinicio la posición en el campo mejoró y durante los primeros minutos parecía que retomábamos nuestro juego. Mario recogió el balón en el centro del campo, avanzaba dejando rivales a los costados, se plantó frente al portero y trasformó el gol que tenía sabor de remontada.
El Castilla avanzaba con peligro cargando el juego por la banda derecha, Hugo defendió como un jabato. La intensidad de los adversarios seguía impidiéndonos realizar nuestro juego de toque. Minuto treinta y cinco, casi desde el centro del campo, un globo poco a poco fue describiendo una parábola perfecta que superó la estirada de Jorge y cayó como un jarro de agua fría. Otra vez dos goles por detrás.
Tocaba remar. Las galeras nunca fueron lo nuestro así que no fue fácil. Tanto, que dos minutos después otra vía de agua infringida en la popa y de nuevo pagamos demasiado caro la impresión. Veinte minutos por delante y 4-1.
Marcos, que había salido en la segunda mitad, intentó poner su impronta y trasmitir al equipo la energía que nos faltaba. A fe que algo consiguió pues de sus botas salió el segundo gol que menguaba la diferencia.
Partido tan loco no podía dejar la oportunidad de ofrecernos una de esas jugadas que ponen en evidencia que hay días que es mejor no acudir a las citas. Sacamos de puerta con tanta fatalidad que el esférico se queda corto y de las casi veintidós posibilidades, cayó en la menos indicada para nuestros intereses. Tiro desde la frontal y el quinto subía al marcador. A la vez que las opciones y la moral de los nuestros caía por el Monte Abantos abajo.
Una falta pateada al fondo de las mallas por Mario desde el lateral derecho, maquilló un poco el resultado.
No fue la mañana de los chicos, apenas les salía nada. Voluntad no faltó, desde el primero al último lo intentaron. En los manuales de las batallas se enumera la sorpresa entre las mejores de las estrategias. Y como dignos herederos de los tercios de Flandes, el ADC Castilla había estudiado con meticulosidad nuestro juego. Nos sorprendió con la intensidad, la presión y el robo de balón.
No queda más que felicitar al ganador y aprender de los errores. La Física nos enseña que sin fricción no hay avance. Según ese axioma hoy hemos avanzado. Hemos aprendido que hay que saltar al campo con intensidad desde el minuto uno. Que es imprescindible el trabajo para conseguir buenos resultados. No es mal sitio para aprenderlo. San Lorenzo y el majestuoso Monasterio escurialense serán testigos para siempre de este primer traspiés. Pero también maestros que nos sirven de ejemplo. Cuántas batallas perdió Felipe II antes de doblegar a los franceses en la de San Quitín el 10 de agosto de 1557.
Jugaron: Jorge, Iván, Óscar, Ulises, José (Hugo), Díaz (Mario), Pablo, Longa, Octavio (Marcos), Guzmán y Gómez.
